Había un príncipe africano que llegó a Inglaterra y le presentaron a su majestad la reina Victoria. El príncipe le hizo una pregunta muy significativa, “¿Cuál es el secreto de la grandeza de Inglaterra?“ La reina presentó al príncipe una Biblia bellamente encuadernada, y le declaró “Esto es el secreto de la grandeza de Inglaterra.”
La grandeza de un hombre y una mujer no radica en sus títulos, posgrados o bienes materiales, su grandeza radica en vivir día a día lo que dice la Palabra de Dios, en obedecer los mandamientos. Y es que la Biblia da calidad de vida.
Michael Faraday, uno de los más grandes experimentadores científicos del siglo diecinueve, declaró: “¿Por qué se extraviarán los hombres cuando tienen este bendito libro de Dios para guiarlos.
Muchas familias poseen Biblias en sus casas, pero lo triste es que las tienen como adorno, por que no la leen. En ella está todo lo que el ser humano necesita saber. Hay consejo para todo y da la salida para cualquier problema.
John Adams, el segundo presidente de Estados Unidos, dijo, “La he examinado toda ( las Escrituras), tanto como mi esfera limitada, mis medios enderezados, y mi vida activa me la dejan examinar, y hallo como resultado que la Biblia es el mejor libro en el mundo. Contiene más de mi poca filosofía que todas las bibliotecas que he visto, y las partes de ella que no puedo reconciliar con esa poca filosofía, las aplazo para una investigación futura.” Luego, otro presidente, John Quincy Adams, dijo, “Hablo como un hombre del mundo a los hombres del mundo, y les digo: Escudriñad las Escrituras. La Biblia es un libro sobre todos los otros para ser leído en todas las edades y en todas las condiciones de la vida humana; no para ser leído una o dos veces y luego ser puesto a un lado, mas es de ser leído en porciones pequeñas de uno o dos capítulos cada día.”
Estos hombres gobernaron ese país del norte, cuando, éste gozaba de ser una gran nación. Ellos no se involucraron con guerras con otros países y les fue posible resolver los problemas. La diferencia, es que tomaban en cuenta la Palabra de Dios.
Triste que esto solo es cosa del pasado, ahora los gobernantes y las familias de la tierra toman decisiones importantes, sin considerar lo que dice la Biblia. Entendemos, entonces, el porqué del fracaso de las naciones.
Tomás Jefferson dijo lo siguiente en cuanto a la Biblia, “Siempre he dicho, y seguiré diciendo, que la lectura cuidadosa del Sagrado Volumen nos hará ciudadanos, esposos y padres de los mejores.”
Sin embargo, hoy en día, hay más familias desintegradas más, adulterio, y abandono de los hijos, las personas creen más lo que un psicólogo, un político o los medios de comunicación que lo que dice la Palabra.
Daniel Webster declaró: “Si hay alguna cosa en mi estilo o pensamiento que sea de alabanza, el encomio se debe a mis amables padres por infundirme desde temprano un amor para las Escrituras”.
¿Cuántos padres y madres, están infundiendo en sus hijos amor verdadero por la Palabra ¿Cuántos padres les dicen a sus hijos que la Biblia es el mapa de la vida? Les decimos que para ser sabios deben escudriñar las Escrituras. Ahora hay mayor preocupación para que se lean tomos completos de geografía, literatura, medicina, pero, que hay del espacio que merece la Palabra. Las sociedades forman mucho intelectual, pero sin sabiduría.
J. Vernon MagGee dijo: la Biblia es un libro muy humano, escrito por hombres de todas las ocupaciones. Entre ellos había un príncipe y un pobre; había uno muy intelectual, y también uno muy sencillo. Por ejemplo, el doctor Lucas escribió en griego casi clásico y maravilloso en una época cuando era muy popular hablar el griego Koiné. Pero Simón Pedro escribió algo en griego también. Era pescador y su griego no era tan bueno, mas el Espíritu Santo usó a ambos hombres. Dejó que expresaran sus pensamientos, sus emociones, y sin embargo por aquel método el Espíritu de Dios dominaba de tal manera que dijo exactamente lo que quería decir. Aquella es la maravilla del libro, la Biblia.
Si tan solo las naciones, las familias y cada ser humano se volviera a la Escritura, otra fuera la realidad. Hogares integrados, familias felices, países sin violencia y sin delincuencia. A las naciones les iría bien en la economía, en la política, ejemplo de ello es José en Egipto, Daniel en Babilonia. La sabiduría de estos hombres hizo que aquellas naciones fueran grandes.
Hagamos de la Biblia nuestro pan diario.
Con amor para ti y para mí
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