miércoles, 11 de febrero de 2009

UNA VIDA QUE TRASCIENDE HASTA LA ETERNIDAD



Eric Liddell

El 6 de abril de 1923, en un pequeño salón de Armadale, Escocia, Eric Liddell habló por primera vez de su fe en Cristo. Ochenta personas vinieron oír al famoso corredor dar su testimonio.

“Tímido, él caminó adelante y por algunos segundos examinó a su audiencia que esperaban. Después él comenzó”
“No había el aire de una conferencia, ningún puño que golpeara pesadamente en la mesa, ningún señal o meneo de un dedo para tensionar un punto, ninguna voz levantada para impresionar. De hecho, no era un discurso típico. Era apenas una charla reservada, y en sus palabras claras lentas, Eric por primera vez en su vida dijo a mundo lo que significó Dios para él.
“Él habló de la fuerza que se sentía dentro de sí, convencido del amor y de la ayuda de Dios. De cómo él nunca preguntó porque le sucedieron las cosas, o a otros. Él no necesitó explicaciones de Dios. Él creyó simplemente en él y aceptó lo que vino.”

Las noticias de la charla de Liddell fueron divulgadas en cada periódico en Escocia la mañana próxima. Dios preparaba a Liddell para honrarlo, y su testimonio todavía reverbera hoy.

Liddell era un corredor poco ortodoxo. En la línea de largada solía alzar sus ojos hacia el cielo y en su mente resonaba “El Señor me guía”. Al final de cada carrera solía estrechar las manos de cada competidor, no importara su raza o color.

A partir de la confesión pública de su Fe, aparecieron muchos escépticos que no le auguraban la menor posibilidad de éxito.
Cuando en Julio de 1923, correría la final de la Asociación Inglesa, Liddell silenció a los escépticos ganando la carrera de 200 yardas y también la de 100. La marca establecida por Eric Liddell se mantuvo como la major en Inglaterra durante 25 años.
Ganó la Copa Harvey al mejor desempeño y se preparó para las Olimpíadas de París en el verano de 1824.

Así llegó el momento decisivo, el más esperado por cualquier atleta: La final Olímpica.
En París se usaría por primera vez la frase “Más lejos, más fuerte, más rápido”. 


Pero Eric Liddell, que había trabajado en su preparación a lo largo de todo el año, tenía convicciones muy fuertes, las que sostenía por sobre sus posibilidades de fama o éxito deportivo. El domingo previo, a tres días de la final, Liddell participó de una Reunión de Culto en París en la que ofició como predicador. Increpado por la prensa y algunos miembros de la Asociación Olímpica de su país, sobre la necesidad de descansar y realizar un entrenamiento adecuado, Liddell se sostuvo en su posición. Para Eric el Domingo era el Día que estaba consagrado al Señor.


El miércoles, tres días más adelante, acabó tercero en el Sprint de 200 metros, tomando una medalla de bronce inesperada.
Esperó con expectativas pero tranquilo por la final de los 400 metros. Nadie esperaba que ganara, no un predicador que prefería predicar un domingo antes que entrenar.
En la línea de partida, sacudiendo las manos, como el resto de los competidores, se alistaba para la carrera de su vida.
Con su estilo particular, meneando su cabeza y su cuerpo esperó el disparo de salida y corrió. Terminó la carrera cinco metros por delante de su rival más próximo. Había conseguido la medalla dorada y batido un nuevo récord mundial.


Vida y misión



Eric Henry Liddell había nacido el 16 de Enero de 1902 en Tianjin, al norte de China, segundo hijo de Rev y James Dunlop Liddell que eran misioneros de la Asociación Misionera de Londres.

Fue educado desde 1908 hasta 1920 en el Colegio Ethan, en Blackheath, una escuela para hijos de los misioneros. Cuando sus padres viajaron a China, Eric y su hermano mayor Rob, partieron con ellos a China.
Durante este tiempo de misión en China, su familia creció y tuvo dos hermanos más. Viajaron 2 ó 3 veces para visitar su patria.

En 1920 se inscribió en la Universidad de Edimburgo de donde se graduaría en 1924, luego de la final olímpica de París. Fue allí, durante sus años en la Universidad donde descubrió sus aptitudes y desarrolló sus dotes atléticas destacándose no solo como corredor sino también como rugbier.

Luego de terminadas las Olimpíadas de París, y de haber concluido sus estudios universitarios, regresó a China, en donde sirvió como misionero desde 1925 hasta 1943, primero en Tianjin y luego en Siaochang. Durante su primera etapa, fue ordenado ministro (1932). Durante los ´30 su trabajo como misionero tuvo el adicional de gran riesgo para su vida ya que se produjo la invasión japonesa a China. En 1934 se casó con Florence Mackenzie, una misionera canadiense con quien tendría tres hijas, Patricia, Heather y Maureen.

Hacia 1941 la situación en China se puso en extremo peligrosa para los ciudadanos británicos, por lo que el Gobierno advirtió a la familia que regrese a Europa. Eric decidió quedarse, pero envió a su esposa e hijas a Canadá.
En 1943 Liddell, junto a otros misioneros americanos, pasó a trabajar tras las líneas japonesas. Fue designado profesor de Matemáticas y supervisor de Deportes. Durante este trabajo, estableció como rutina, que antes de comenzar cada clase o entrenamiento habría de realizarse un devocional.
Ese mismo año aparecieron los primeros síntomas de la enfermedad que le provocaría la muerte, un tumor cerebral. Al poco tiempo fue internado en Weishien. Dos años más tarde, un 21 de febrero de1945 Eric Lidell, el extraordinario corredor olímpico y abnegado misionero falleció en China.
Al enterarse de la muerte de Lidell, Escocia y toda Gran Bretaña estuvo de luto.
Su enfermera relata que sus últimas palabras fueron de regocijo por la tarea cumplida: “Lo he entregado todo”







Notas adicionales sobre el testimonio de Lidell

En 1943, las fuerzas de ocupación japonesas llevaron a cientos de los que llamaron "enemigos nacionales". --norteamericanos y europeos-- a un campo de concentración en la provincia china de Shantung. Éstos tuvieron que soportar meses de hacinamiento, frustración, hastío y temor. Las personalidades chocaban y las riñas eran frecuentes. 
Había entre ellos un hombre descrito por uno de los prisioneros como "sin duda la persona más solicitada, respetada y amada en el campo". Se trataba de Eric Liddell, un misionero de Escocia.
Una prostituta rusa -también prisionera-, dijo más tarde que Liddel fue el único hombre que alguna vez le hiciera un favor sin esperar nada a cambio. Cuando llegó al campamento, sola y despreciada, él le brindó ayuda.
Otro prisionero recuerda: "Tenía un carácter tan amable y simpático, que suavizaba los temperamentos más irritables".
En una airada reunión, todos exigían que alguien hiciera algo por los incansables adolescentes que estaban causando muchos problemas. Liddell presentó una solución: Organizó juegos, manualidades y clases para los muchachos, y se reunía por las noches con ellos.
Liddell había conquistado fama y gloria en los Juegos Olímpicos de 1924, ganando una medalla de oro en la carrera de 400 metros. Pero en ese presidio demostró que era también un triunfador en la carrera cristiana, conquistando la admiración de la mayoría de los detenidos.
“No tienes que ser famoso o especialista para servir al Señor. Dios pregunta solamente si en lo que te desempeñas lo haces con sinceridad y fidelidad”. “Dios te ha llamado para que lleves fruto, y ése fruto debe permanecer”. “Dios honra a sus fieles, y el honrará tu obediencia, con una vida que trasciende hasta la eternidad. La `entrega completa´ a Cristo es la victoria total.” E.H. Lidell

Su vida trascendió la eternidad e inspiró la famosa película"Carros de Fuego"


Fuentes:

Daniel E. Dañeiluk, www.biografias.blogspot.com 

2 comentarios:

Ana María Fabio / Araunapeka dijo...

Debo reconocer que no conocía la historia de este gran hombre de Dios, me ha dado mucho gusto poder leer su testimonio, es un ejemplo a seguir sin duda alguna. Su vida fue consecuente con su Fe, que tremenda lección nos queda.
Agradezco el artículo, realmente está muy bueno.
Un abrazo hermana querida, Dios te siga usando en este maravilloso blog que tienes. Bendiciones

querido lima limon dijo...

muy buen articulo...
valioso invaluable...!!
sencillamente es una leccion de vida...
le agradesco mucho las ansias que tiene por demostrar lo bello de la vida.

bendita sea sierva...

saludos y bendisss desde chile...

bye