jueves, 9 de julio de 2009

CAMBIEMOS LAS ETIQUETAS...


6Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno. Colosenses 4: 6
Palabras, palabras, palabras… bendicen o maldicen, hieren o son como ungüento fresco en el corazón de los interlocutores. Muchas palabras condicionan la personalidad y la conducta de quienes las reciben.
Uno de los jueces de Israel su conducta dio un giro cuando el ángel de Jehová, le dijo; varón esforzado y valiente. Él en ese momento limpiaba el trigo, para esconderlo de los madianitas y luego se iría a esconder de los enemigos… su conducta reflejaba lo contrario de lo que el ángel le declaró, y esto dio un giro en su vida.
11Y vino el ángel de Jehová, y se sentó debajo de la encina que está en Ofra, la cual era de Joás abiezerita; y su hijo Gedeón estaba sacudiendo el trigo en el lagar, para esconderlo de los madianitas. 12Y el ángel de Jehová se le apareció, y le dijo: Jehová está contigo, varón esforzado y valiente.[1]. Jueces 9: 11-12
Tenemos mucho que aprender en cuanto a que nuestras palabras sean sazonadas con sal, y sean de bendición para los interlocutores.
"Cierto maestro, que recién ingresaba a trabajar en un colegio muy prestigiado, le cedieron la sección de cuarto grado. Él por ser nuevo no conocía ni a los alumnos, ni a los padres de familia con los que tendría la dicha de tratar todo el año.
Llegó el día en que los chicos se presentaron y pronto pudo darse cuenta que en su sección había dos niños que tenían el mismo nombre, Juanito; con la diferencia que uno era estudioso, respetuoso, trabajador, dedicado, proactivo y con buenas relaciones con sus compañeros. El otro era bromista, distraído, perezoso, respondón y un poco haragán, además no presentaba tareas. A ambos niños el maestro había etiquetado, a uno le llamaba “el tremendo” y al otro le decía “el estudioso”.
Cuando había pasado el primer trimestre del año lectivo, convocaron a los padres de familia, para entregarles el primer informe académico y conductual de sus hijos, ese día los padres de Juanito “el tremendo” como este maestro le decía; se le acercaron al docente y preguntaron por su hijo , éste pensando que eran los de Juanito “el estudioso”, les dijo: “Señores que bello hijo tienen, es dedicado, esforzado, responsable y muy inteligente, si todos fueran como él, que lindo sería, estoy feliz de ser su maestro”.
Los padres un tanto sorprendidos, por el informe del maestro, cuando llegaron a su casa felicitaron a su hijo, y le informaron sobre todo lo bueno que el maestro decía de él. El niño estaba feliz y muy sorprendido también.
Al siguiente día que se presentó Juanito “el tremendo” la actitud del niño ahora era de acuerdo a lo que el maestro les había dicho a los padres, subió de notas, mejoró al 100% su conducta, se destacó en todo y llegó a ser un profesional exitoso. El error del maestro al presentar el informe a los padres, condicionó para bien la conducta de un pequeño, que había sido etiquetado de manera inapropiada.
La biblia en Proverbios 18 dice: 21 La muerte y la vida están en poder de la lengua,” Y en 12: 18 del mismo libro dice: " 18 Hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada; Mas la lengua de los sabios es medicina.”
A veces cuesta ver lo bueno que los demás tienen, y les etiquetamos con adjetivos que en realidad a la larga les condicionarán.
Eso sucede con nuestros hijos, como padres en lugar de bendecirles les maldecimos, sin pensar que les estamos dañando para toda la vida.
Cambiemos las etiquetas y que nuestras palabras sean medicina y no veneno para quienes las escuchan.
La pregunta ahora es: ¿A cuántos Juanitos estamos bendiciendo o maldiciendo?
cambiemos las etiquetas y sozonemos las palabras para que sean medicina y olor fragante para quienes nos escuchen...

Con amor para ti y para mí….

[1]Reina Valera Revisada (1960), (Estados Unidos de América: Sociedades Bíblicas Unidas) 1998.